ROBAR EL CIELO
Si hay un bien que debería dejarse fuera de cualquier transacción comercial, por pertenecernos indiscutiblemente a todos, ese es el cielo. Disfrutarlo estemos donde estemos es un derecho universal, que nadie debería apropiarse y mucho menos vender. Pero se está haciendo.
La comarca de Sayago, como muchas otras en nuestra querida Iberia, está siendo objeto de un intento de usurpación, usando nuestro paisaje celeste como moneda de cambio; un cambio a peor para la mayoría, que sólo traerá dinero para unos pocos y promesas de un futuro que nunca veremos aquí, porque se irá a donde siempre se ha ido, llevándose detrás a los últimos sayagueses en busca de nuevas oportunidades, desbaratadas en su tierra por quienes no la han sabido cuidar.
Durante décadas, las aguas del Tormes y el Duero han producido la energía que necesitaban las capitales y el desarrollo industrial de otras provincias. Pero en Sayago no se ha notado, a pesar del dinero ingresado año tras año por algunos ayuntamientos, con el fin de realizar inversiones que, si se han hecho, no se ven.
Pero basta levantar la mirada para ver algo verdaderamente bello y prometedor: un paisaje espectacular de día y de noche, conteniendo una riqueza que ahora quieren robarnos. Mientras la Diputación de Zamora apuesta por un desarrollo turístico basado en la observación del cielo, como complemento a los recursos naturales y del paisaje, la gastronomía, la enología, la arquitectura popular o las tradiciones, otros gestores más cercanos al territorio común se han dejado deslumbrar por las promesas de empresas energéticas, que ven el mundo rural como zona de sacrificio para sus intereses privados.
Llaman verde y ecológico a un modelo de transición que ocupa con máquinas espacios naturales llenos de vida, arranca bosques, destruye el atractivo diferencial de comarcas enteras y su verdadero potencial, a cambio de suculentos beneficios para ellos y sus fondos de inversión. Especulación en estado puro, aceptada con gusto por sus cómplices locales, junto a unas migajas y un futuro tan vacío y gris como el cielo que dejan detrás.
Si hay algo en la Tierra que ha sido, es y debe seguir siendo de todos es ese lujo, cada día más escaso, que se extiende sobre nuestras cabezas, llenándolas de ancestral curiosidad y siempre novedosas respuestas. Esa luminosa oscuridad que algunos quieren vender como si les perteneciera.
El cielo de la Ermita de Gracia no puede acabar troceado por las espadas gigantescas de máquinas innecesarias, cuya utilidad no alcanza más allá de los pocos bolsillos que las promueven.
Este cielo es de todos; no nos lo dejemos robar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario