sábado, 9 de julio de 2022

LOS QUE NO AMAN SU TIERRA


Es difícil de entender que, en una comarca como Sayago, alguien vea futuro en la invasión renovable a gran escala. 
Décadas después de la primera transformación del paisaje que supusieron las grandes presas del Duero, todavía hay quien no ha aprendido y está dispuesto a cometer el mismo error: cambiar dinerillo fácil por un patrimonio natural, cultural y arquitectónico único en el mundo. 
Pero toda esa riqueza, tan evidente para cualquier viajero con un mínimo de sensibilidad, parece que molesta a los gestores del territorio y, en lugar de protegerlo y ponerlo en valor, se dedican a abandonarlo conscientemente, ocultarlo y maltratarlo, como si la herencia del pasado estuviera frenando lo que ellos consideran desarrollo. 
Por fin hemos entendido la razón de la demencial apuesta de los ayuntamientos de Bermillo, Almeida y Muga por la invasión renovable; no les gusta Sayago y por eso quieren cambiarlo. 




No les gustan las fuentes tradicionales de piedra, así que las abandonan o tapan con cemento y ladrillos. No les gustan los puentes que cruzan nuestros arroyos, así que los sepultan bajo grotescas planchas de hormigón. 


No les gustan las ermitas, aunque estén decoradas con valiosos frescos históricos, así que dejan que los techos y paredes se caigan sobre las zarzas que las ocupan. 



Y no les gustan los molinos que proporcionaron harina a sus familias, generación tras generación, pero sueñan con aerogeneradores gigantes plantados en el paisaje, destruyendo la identidad común, la biodiversidad y las verdaderas posibilidades de esta tierra, cuyo sello diferencial es la conservación, impuesta por siglos de olvido. Ahora quienes se acuerdan de Sayago son los buitres de la energía; las empresas que vienen a enriquecerse, prometiendo un dinero, un trabajo y un futuro que será para ellos y nadie más. Porque nadie más quedará aquí para verlo. 
Está más que demostrado que la industria renovable genera riqueza donde se consume la energía, pero no donde se produce. Porque esas máquinas funcionan solas y nadie quiere vivir entre ellas. 
Roto el paisaje, roto el silencio, rota la enigmática belleza de los cielos nocturnos, rota la tranquilidad de los pueblos y roto el futuro de la comarca entera, con ridículos beneficios para unos pocos, pero con rentabilidades multimillonarias para empresas de fuera, que venderán la electricidad al mejor postor y al mayor precio posible, los que no aman Sayago verán cumplido su sueño. 
Otra vez pasará de largo el desarrollo, hacia zonas que ya lo disfrutan. Otra vez se ofrece la comarca como zona a sacrificar, a precio de derribo, con la excusa de que es un secarral en el que no queda nada, como ya hemos escuchado de boca del alcalde de Bermillo Raúl Rodríguez y su primera teniente de alcalde Lola Nobre, quien además es concejal de cultura y alcaldesa pedánea de Fadón. 
Dicen que aquí no va a quedar nadie y ya se están ocupando ellos de que así sea. Otra vez, deciden el futuro de todos quienes menos valoran su tierra. Por eso quieren cambiarla.



En lugar de rendirse y dar todo por perdido, ya podrían dedicar sus recursos a cuidar los valores que existen en la comarca y crear un destino atractivo al que quiera venir la gente. Posibilidades hay y otras zonas con menos que ofrecer han conseguido encontrar su camino al futuro, sin necesidad de romper el presente ni renegar del pasado.
Y respecto a las energías renovables, mejor harían promoviendo proyectos de autoconsumo para beneficiar a la población local, en lugar de engordar las cuentas de resultados de grupos de inversión extranjeros, que ni saben dónde queda Sayago ni les importa una higa.
Las pequeñas instalaciones renovables a medida de las necesidades del territorio sí reducen la factura de la luz a los vecinos, generan empleo local, son realmente sostenibles y hacen más atractivos los pueblos para nuevos pobladores y emprendedores, que es lo que hace falta en las zonas envejecidas y de baja densidad demográfica.
Renovables sí, pero en beneficio del territorio y las personas. 
Renovables sí, pero para venir a sumar y no a acabar con lo que ya hay.







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